sábado, diciembre 17, 2005

Ruinas



En este paraíso la tierra pare sus frutos como si no se tratara de un milagro. Los hombres ya no danzan en agradecimiento a la naturaleza; con los siglos sólo han aprendido a devorar cuanto encuentran, como los lobos pero sin la nobleza de su hambre.

Hubo un tiempo en que la desnudez era hermosa, por natural, y aquellos afortunados lo sabían bajo la sobriedad de sus túnicas. Las doncellas celebraban con flores y aceites, con frenesí y misterio, y el pueblo las seguía.

Los cántaros de bronce estaban siempre llenos de agua clara.

Ahora, ennoblecido por las grietas, el mármol pierde su brillo bajo la luna.

Ha muerto la diosa.