Ruinas
En este paraíso la tierra pare sus frutos como si no se tratara de un milagro. Los hombres ya no danzan en agradecimiento a la naturaleza; con los siglos sólo han aprendido a devorar cuanto encuentran, como los lobos pero sin la nobleza de su hambre.
Hubo un tiempo en que la desnudez era hermosa, por natural, y aquellos afortunados lo sabían bajo la sobriedad de sus túnicas. Las doncellas celebraban con flores y aceites, con frenesí y misterio, y el pueblo las seguía.
Los cántaros de bronce estaban siempre llenos de agua clara.
Ahora, ennoblecido por las grietas, el mármol pierde su brillo bajo la luna.
Ha muerto la diosa.
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