La pureza de mi pecho
no está escrita en ninguna parte, y eso lo ve el que me encuentra en su mirada: yo soy de noches pasadas y profecías que no llegaron en medio de un relámpago.
Si las niñas andan con su puñado de pájaros, espiando la puerta abierta, yo ando con las manos vacías, yo no cuento las casas de mi cuadra. Sigo de largo, terriblemente desnuda y con mi laberinto desplegado frente a mí; eso que llaman andar por un camino.
Yo no sé de cascadas ni paraísos; a mí que me pregunten de cielo y tierra ocultos o aguas revueltas. A mí que me pregunten de cansancio y sonrisas muertas antes de llegar a los labios.
Mis pies no encuentran sus pasos; la lluvia y yo estamos vagas y nadie nos adivina.