La pluma púrpura
es algo así como las ganas de un poema, como ese verso indeciso que corona no se sabe qué y por alguna razón se queda latiendo en el borde de las cosas, sin terminar de caer. Hoy que buscaba notas en el cuaderno, me la encontré pasando la hoja… ¡y claro…! ¡si las plumas púrpura son las del Ave Fénix…!
Ahí estaba Marina con su grandísimo libro de mitología griega predicándonos, niñitas ignorantes, por qué nuestra élite de guías y subguías (¡así que esto es lo que hacían en sus reuniones!) necesitaba un nombre immortal y un banderín púrpura.
En general Marina me parecía temible con su manera de azuzar el animal de la competencia que todas tan Lolitas llevábamos en potencia, y ahora me parecía todo un misterio penetrar el círculo, entrar en su casa y percibir el olor a alguna cosa tibia en la cocina, fijarme en el perchero lleno de sombreros y ropa abrigada que nadie se ponía, ni siquiera en San Antonio.
No parecía tan dictatorial ahora que leía en voz alta y hablaba de llamados de patrulla (todas susurrábamos en canto lo que se suponía íbamos a gritar después para traer a nuestras súbditas a la formación) y nos contaba de su propio campamento no hacía muchos años, de cómo había regresado sin garganta, sin uñas, sin fragancia a champú de manzana; de cómo se había divertido con los juegos, de cómo había hecho algunas trampas…
Y ahora resulta que Marina estaba llena de libros; de repente se convertía en una especie de híbrido ilógico entre la todavía vaga adolescente de uñas sucias que nos gritaba entre la tierra y la estudiante de Artes que abría el libro para iniciarnos en semejante pájaro y sus cenizas.
No recuerdo la última ni la primera vez que la vi (siempre tan importantes para la memoria). La recuerdo más bien casualmente, riéndose de mi ceguera en aquel hato de San Sebastián porque llegó “rampando” a espiarnos en la madriguera y yo, teniéndola en mis narices, no la descubrí. La recuerdo siempre enojada, siempre regañándonos y hoy día me pregunto si se habrá casado con algún novio arquitecto o tal vez comunicador social; si se habrá cortado el pelo; si será la magia detrás de algún museo, si se imaginará que esta tarde me la encontré en la pluma púrpura de su Ave Fénix…